n 1963, a los diez años de haber iniciado su carrera de escritor y dibujante, Gorey publicó un tríptico memorable con el irónico título colectivo La fábrica de vinagre: Tres tomos de enseñanza moral. Dos de los libros se ocupan de trágicos destinos infantiles y son un modelo de transgresión: Los pequeños macabros, muestrario alfabético de finales prematuros, en cuya portada la Parca posa junto a un grupo de niños a la vuelta de una excursión, antes del viaje definitivo, y El dios de los insectos, historia de tentación, rapto y prácticas rituales. En el tercero, El ala oeste, no hay palabras, y el protagonista es una casa donde las grietas y el empapelado de las paredes, el sinsentido de las escaleras y las puertas y la turbulencia de los suelos son más intensos que los pocos seres vivos que deambulan por ella como fantasmas.
La presente edición, que incluye un cuadernillo biográfico, recupera el espíritu y el estilo original de aquella obra triple, publicada en Nueva York por Simon and Schuster hace casi medio siglo.