Archibaldo es un niño tierno, listo, gracioso, reflexivo y, sobre todo, muy observador.
En este libro, el pequeño da una vuelta por la ciudad y se detiene a mirar los escaparates repletos de cosas. Algunas de ellas le resultan muy apetecibles, como, por ejemplo, los juguetes. Sin embargo, no tiene muy claro que todas esas cosas sean tan importantes como parecen, pues al cabo de un tiempo terminan arrinconadas en el fondo de un cajón o guardadas en un armario.
Cuando Archibaldo sale a pasear por el campo se da cuenta de que allí ocurre exactamente lo contrario. No puede guardar nada. Ni el viento juguetón ni el canto del ruiseñor ni las moras escondidas ni la nieve ni el agua y, menos aún, el sol o la luna.
A lo largo de la extensa, poética y divertida colección de cuentos, el protagonista ha aprendido a querer a su hermanita, a preguntarse por el futuro, a indagar en sus posibilidades y su talento, a aceptar la diversidad, a lidiar con sus inseguridades, sus temores y mucho más.
Ahora Archibaldo descubre que esas todas las cosas que encuentra en la Naturaleza le acompañan, le cuidan y nunca se olvidan de él. Y así entiende que no tienen precio y tampoco le pertenecen.
Este libro es perfecto para que los niños y los adultos hablen sobre la diferencia entre la vida urbana y la vida al aire libre, sobre el significado de las posesiones materiales y la riqueza de las pequeñas cosas comunes y corrientes que nos ofrece este mundo cada día.
Una historia con aroma a lluvia, sabor a manzanas y alas de libertad.
Una historia que importa. Y mucho.