Se celebra el XVIII concurso de historias reales o casi dedicado a las islas de Oriente. Un joven con atuendo oriental y rasgos europeos, acompañado por una mujer, centra la atención de todo el público del teatro. Cuenta que en una isla perdida de Japón conoció a su amada y al padre de esta, un viejo samurái. Tras una pelea con unos seres fantásticos, los Guerreros-Demonios y sus dragones, el viejo muere, la chica logra calmar a las bestias con su canto, y lo único que queda para que la memoria del samurái sobreviva son los dos jóvenes: muestran cómo en su piel llevan tatuados todos los preceptos de la Vía de la táctica de los samuráis para que sus enseñanzas no se pierdan y para que el bien venza al mal.