Khan de Ulan Bator, donde por lo visto se aloja la mismísima Charlotte Rampling cuando no está filmando, compartirá cantidades ingentes de vodka con algunos de los asiduos del bar, como un oficial ruso que se ha hecho lama, un obispo holandés que ha quedado atrapado en su sueño, un corresponsal que trabaja para un periódico que ya no existe o el cadáver de un viejo verde que parece salido de la pluma del Marqués de Sade. Entre el delirio y la embriaguez, sus desopilantes charlas metafísicas, de lúcida profundidad, revelan que solo a través del absurdo puede accederse a ciertas verdades.