Los setenta, esa época mágica entre los marchosos sesenta y los decadentes ochenta. La época del chándal y el peinado afro, la era de la música disco y los zapatos de plataforma. Mientras el conflicto bélico se recrudecía en Vietnam y la Guerra Fría continuaba intensificándose, Hollywood empezó a calentar motores de nuevo y a recuperarse de su crisis comercial con éxitos de taquilla como La guerra de las galaxias, Tiburón, El exorcista y El padrino. Gracias a directores como Spielberg y Lucas, el cine estadounidense dio vida a un nuevo fenómeno: el taquillazo.
Entretanto, al otro lado del Atlántico, la nouvelle vague desaparecía en Francia al tiempo que su influencia se extendía hasta Alemania, donde el nuevo cine alemán de Fassbinder, Wenders y Herzog vivía su apogeo. La revolución sexual llegó a la gran pantalla (con cautela en los Estados Unidos, más libremente en Europa) con la erótica y escandalosa película de Bertolucci El último tango en París como ejemplo más notable. Al mismo tiempo surgió una oleada de películas nostálgicas (El golpe, American Graffiti), se estrenaron largometrajes que retrataban la situación en Vietnam (Apocalypse Now, El cazador), nació la figura del antihéroe (Robert De Niro, Al Pacino, Dustin Hoffman) y apareció el prestigioso y efímero género de blaxploitation (películas de acción dirigidas a la población negra).