Cuando leí por primera vez ?La República?, en mi adolescencia, me desilusionó? yo esperaba encontrarme con un texto árido, declamatorio, contundente. Resultó ser todo lo contrario: un libro ameno, apasionado, hecho de un vaivén de observaciones, ideas a medio acabar, juegos verbales menos dignos de la oratoria que de la charla entre amigos. En realidad, a eso se parecía ?La República?: a una de esas interminables veladas en las que mis amigos y yo discutíamos acerca del significado del mundo, confesábamos nuestros temores y esperanzas, y tratábamos de resolver los grandes problemas políticos y metafísicos del universo hasta que el sueño nos vencía?
Presentación de Alberto Manguel