Aunque la ilustración es una disciplina que se puede enseñar siguiendo unas pautas, la simple resolución de ecuaciones que pueden dar como resultado ideas visuales no garantiza un buen trabajo. Por muchas normas que se sigan, una ilustración no tendrá éxito sin algo de originalidad. No todas las ideas son buenas o adecuadas. Solo porque una idea se entienda, no significa que pueda convertirse en una ilustración convincente. El proceso constituye un equilibrio entre originalidad y familiaridad (una cuerda floja precaria) basado en la capacidad y las preferencias personales en cuanto a forma y estilo.
La ilustración tiene una función. No se trata de arte por el arte, sino de un arte que estructura y transmite ideas. Existen maneras probadas de concebir ideas visuales que es preciso conocer (podríamos denominarlas la "gramática" de la ilustración), pero también existen fuentes de inspiración, influencias y la imaginación que aportan la chispa y el interés que no se pueden legislar o analizar. Este libro intenta equilibrar todos esos elementos.