La primera guerra mundial trae a la conciencia de los pueblos europeos el hecho de que la sociedad está cambiando. Este descubrimiento provoca una oleada de idealismo y grandes expectativas sobre la posibilidad de crear una sociedad más racional. Por ello mismo el malestar social crece rápidamente, ya que tales esperanzas no se cumplen. Cuando todos confían en entrar en una etapa de estabilidad y prosperidad, Europa se ve golpeada por una crisis económica sin precedentes, que no sólo afecta a los países industriales sino también a la Europa oriental, al privarla de su principal comprador de productos agrícolas. El resurgir de la cuestión nacional, con los deseos de autonomía y reconocimiento de la personalidad cultural de todos los pueblos, concluye dramáticamente con una oleada de expansionismo dentro de la misma Europa, que, si en parte es fruto de los tratados de paz, va a crear una situación de conflictos nacionales desconocida hasta entonces. Las ilusiones despertadas por el nacimiento de la Sociedad de Naciones se saldan con su naufragio y el estallido de la segunda guerra mundial. La Europa de Briand y de Weimar se transforma así en la Europa Hitler y Stalin, de Franco y Mussolini.