Estar o no estar en el Rollo; esa era la cuestión. Porque bajo la férula de una cultura oficial apergaminada y el ringorrango de otras costumbres apostólicas subyacía —en la España de 1975-– un flujo contestatario al margen del panfleto volandero y las directrices del partido. ¡Coño, el Rollo Macabeo!
Rock en vivo o enlatado en FM. Tebeos cachondos, Star Books y Ajoblanco. Un canuto, vino tinto y dos tripis. Vibraciones, Popular 1 y Disco Expres. El festival de Burgos y el de Canet. Zeleste y M&M. Clapton Is God y la Mahavishnu Orchestra… Ingredientes de un caldo gordo que se cocía a fuego lento en los fogones de aquel underground castizo y deficitario. Un guiso de pesada digestión para los guardianes del orden y de los principios fundamentales del Movimiento que nada entendían de flash o Mellotron. Y como remate un obituario sintético. Cuatro palabras cargadas de futuro: “Españoles, Franco ha muerto”… Para acto seguido salir la tropa por peteneras: ¡Viva el Rollo!