«Quiero ser mala. ¿Por qué no? Mi vida es aburridísima. Es de noche, todavía es temprano para acostarse pero demasiado tarde para estar fuera, y ellos dos leyendo, moviendo los ojos como la luz interior de una fotocopiadora. Esta noche, cuando metía los platos en el lavavajillas, he roto un plato. He dicho lo siento mamá me ha resbalado. Pero no me había resbalado, soy así a veces, y quiero ser peor.» Mathilda tiene trece años y contempla el mundo de una forma especial. Sobre todo es incapaz de apartar la mirada de aquellas situaciones que todos quieren ignorar. Con el deseo de descifrar qué se esconde detrás de todo y tal vez no compartirlo, a modo de indagación policial, emprende un viaje de iniciación hacia la edad adulta, intentando construir un mundo a la medida de sus deseos: «La verdad es que no quiero acabar como papá y mamá. En una casa con libros de polvo y de la que ha desaparecido todo el amor. Quiero algo más, pero todavía no se han inventado las palabras.» «Mamá es extraña, o no dice nada o tiene que decir la última palabra. Mañana voy a romper otro plato. Ya lo tengo planeado.»