Cada ciudad tiene barrios olvidados. También la Barcelona olímpica, a la hora de transformarse con el impulso de los Juegos, ignoró algunos de los suyos. La travesía de las anguilas retrata el despertar a la vida de un grupo de adolescentes a principios de los noventa, en uno de esos no lugares nacidos en el tardofranquismo, fruto de la falta de escrúpulos de los especuladores inmobiliarios y la indiferencia de las autoridades. Eran barrios sin servicios y sin ley, donde para un adolescente la comprensión del mundo se moldeaba a base de desahucios, redadas policiales, delincuentes de bajo vuelo, mujeres maltratadas y hombres que se autodestruían en los bares. Pero también ahí los adolescentes eran capaces de construir un universo con sentido, con sus propias reglas y su propio lenguaje, alzar amistades indestructibles, iniciarse en la lectura en la única papelería y elaborar una épica de la resistencia que no les abandonaría jamás. Albert Lladó se plantea en este libro cómo podemos narrar e interpretar los márgenes sin resignarnos a la marginalidad. Y logra hacer visible la humanidad que malvive en la realidad desconocida, áspera y nada fotogénica de esos barrios que más que periferia son cuneta.