Ya sabemos que una cosa es el narrador y otra cosa el yo del autor, pero lo que no está tan claro es la condición real o ficticia desde la que habla ese narrador que toma la voz y se nombra en plan retrato, memoria, herencia, crónica, acusación o prueba de descargo, que algo así es lo que viene a suceder en este Retrato con fondo rojo, en el que el yo personal y propio de un militante antifranquista alcanza a ser memoria de una generación y de una época.
¿Qué quiere este libro de nosotros? ¿Cantar la cólera de Aquiles? ¿Ser crónica de una muerte anunciada? ¿Recordarnos aquello del ubi sunt las indignaciones de antaño? ¿O acaso pretende, qué ingenuo, que nosotros, tan posmodernos, nos manchemos las manos y emitamos un juicio final sobre una generación que vivió la llegada de la píldora anticonceptiva, la tele en blanco y negro, y vio morir a Franco en su cama mientras sonaba aquella canción de adelante hombre del seiscientos la carretera nacional es tuya?
¡Señor! ¡Señor! ¡La de cosas que hemos visto!