El turista es, por definición, un ser en apariencia despreocupado, busca el descanso, una promesa de felicidad, una franquicia del paraíso. Vive en un tiempo irreal, una vida entre paréntesis: el verano, un fin de semana largo, una escapada, cualquier periodo vacacional con fecha de caducidad. Si no la tuviese, condenado a perpetuidad como las nieves del Himalaya, este tiempo suspendido mostraría, quizá, un reverso inquietante.
El mar, el río, la piscina, una playa o una isla... la mayoría de estos relatos están rodeados de agua e invitan a los personajes a armonizar con su entorno natural. Son cuentos que se pueden leer con los pies descalzos, a riesgo de que se queden helados repentinamente.
En El turista perpetuo, Harkaitz Cano, ganador del Premio de la Crítica en euskera por su narrativa breve, propone un conjunto variado de personajes y de tramas en las que impera el suspense, la crítica social, la experimentación, el humor o el diálogo con grandes autores de relatos como Alice Munro, Raymond Carver o Julio Cortázar, en un itinerario por los temas que nutren su prosa: la amistad, la decepción, la violencia y el poder, el arte y los afectos, la intimidad y el misterio.