Como el drama, el relato corto se ajusta al proyecto literario de Chéjov: "No he adquirido una perspectiva política, ni filosófica, ni religiosa sobre la vida... tengo que limitarme a las descripciones de cómo mis personajes aman, se casan, tienen hijos, hablan y se mueren". El genio de Chéjov estalla en esas pinceladas, retazos de vida crepusculares, pesimistas, a veces irónicos y siempre lúcidos, reflejo de una realidad que comienza a disolverse envuelta en su mediocridad y falta de aliento.