Frankenstein (1818) escrita por una joven, Mary Shelley, de 19 años, continua casi dos siglos después siendo una excelente novela cuya lectura, o relectura, no deja de gratificarnos: un marino, William Walton cuenta a su hermana, Mrs. Saville, en Inglaterra, las incidencias de su viaje en barco desde San Petersburgo en busca de un paso hacia el noreste, el extraño ser que verá desde la cubierta cruzar los desiertos y helados mares y el encuentro y posteriores conversaciones con su perseguidor, Víctor Frankenstein, un estudiante suizo, quien le contará la génesis de aquel extraño ser, y el por qué de su persecución.
La figura de Mary Wollstonecraft Shelley (1797-1851) se mueve entre las influencias de sus padres, el filósofo y novelista, William Godwin, y la educadora y feminista, Mary Wollstonecraft, y de su marido, el poeta, Percy Shelley, y las sombras que la famosa reunión de Villa Diodati, en verano de 1816 proyectó sobre los asistentes («éramos cuatro» escribió, pero no, eran cinco: Lord Byron, Dr. Polidori, Claire Clairmont, Percy Shelley y ella) y de la que surgiría Frankenstein entre otras historias. ¿Novela gótica? ¿Ciencia-ficción? ¿Novela romántica? ¿Lectura filosófica? por descontado que todas estas clasificaciones son aceptables, y ya hoy ¿icono cinematográfico?, pues los lectores hemos asociado la imagen que creó Mary Shelley con la de la película de James Whale.