El recorrido de Victor Hugo por el Rin es mucho más que el de un soñador romántico en busca de pintoresquismo. El Rin es la línea de demarcación entre la Europa meridional y la septentrional y, al mismo tiempo, una vía de penetración de la una en la otra. En sus riberas se han ido depositando los rastros materiales de esa doble función divisoria y enlazadora del gran río: castillos, palacios, monasterios, que Hugo examina atentamente, no dirigiendo tan sólo una mirada nostálgica al pasado: más allá de la fusión, esperablemente magistral, del arte y la naturaleza, emerge en El Rin de Hugo la faceta política progresiva del Romanticismo, emblemáticamente encuadrado entre 1789 v 1848, años de revoluciones que estructuran el mapa de Europa en estados nacionales; un Romanticismo que, con Hugo como su portavoz reconocido, se manifiesta como fuerza cultural vertebradora de una realidad europea con aspiraciones supranaeionales que se concretan, en la visión de Hugo en el Rin, en la postulación de un entendimiento entre Francia v Alemania, los dos grandes focos del Romanticismo y, también, bisagras tanto de choques como de articulaciones phirinacionales. El seguimiento de Hugo del curso del Rin constituye un gran testimonio literario del Romanticismo en sus años de plenitud, en un presente y un futuro en los que laten, entonces como ahora, preocupaciones de una identidad colectiva a la vez diversa, conflictiva e integradora.