Aunque de modestas dimensiones, este libro ha jugado un papel tan importante como Madame Bovaryen el interés despertado por Flaubert entre sus lectores y críticos. Los tres pequeños cuentos, de una perfección extraordinaria, pueden considerarse el testamento literario del autor francés. No sólo porque fue la última obra que publicóen vida, mientras atravesaba el desierto Bouvard y Pécuchet, en medio del cual encontróla muerte.
Por su belleza formal, la rareza de sus evocaciones, la extrema limpidez de la prosa y de la composición, los Tres cuentos se presentan como defensa y ejemplificación de una poética narrativa que ha llegado a su estado de absoluta madurez.
Pero lo más importante es que, para su autor, Tres cuentos —como lo comentaba en su correspondencia con George Sand—fue una corta pausa de armonía, un paréntesis dichoso abierto por el solo placer de escribir. Ese mismo placer es el que, aún hoy, encontrarán los lectores que se aventuren en sus páginas.