Lo lógico hubiese sido comenzar a narrar esta historia varios años antes y quizás de otra manera, pero creo que tiene sentido contarla a partir de esa mañana de abril de 2015, cuando en menos de cinco minutos de reunión supe que mi empresa no solo se iba a la quiebra, sino que yo tenía, además, muchas posibilidades de acabar en la cárcel.