Según destaca Ángela Sierra González en el prólogo, este libro «es el resultado de una reflexión filosófica sobre aspectos concernientes a la relación entre la política y el mal, como se demuestra en los primeros tres capítulos en los que se profundiza directamente en este binomio temático, si bien de manera transversal se trata en la totalidad de la obra. En esta reflexión se hace hincapié en los problemas generados por la violencia política y su imaginario simbólico. Y es que hay buenas razones para establecer una conexión entre estas, particularmente, en el devenir de la violencia y sus resultados en un sistema complejo de racionalidades en conflicto».
De igual manera, se destaca en el prólogo que «el autor de La política y el mal. Las ilusiones perdidas de la democracia es un buen conocedor de la violencia política y, por tanto, de las conexiones entre la política y el mal, de los procesos de victimización y de las estrategias de encaje de narrativas que desautorizan a las víctimas. No solo como jurista ha estado al tanto de estas cuestiones, sino también como teórico, habida cuenta que ha tenido que reflexionar sobre sus propias experiencias, vinculadas en parte a la evolución de la violencia política en su país y los mecanismos mediante los cuales se convierten en realidad los diferentes tipos de violencia y estas se judicializan. En particular aquellos que se orientan a influir en las creencias básicas de los individuos. Quizá por eso, el trabajo que ahora prologo tiene una dimensión de cierta intensidad emocional que le aporta casi una autenticidad testimonial».