Halis tiene 13 años, es un chico introvertido y obeso. Alberga una pasión secreta: la costura (sus padres son modistas). Cuando se entera de que una estudiante con discapacidad está a punto de integrar su clase, no puede dejar de sentirse aliviado. Piensa que probablemente los compañeros que lo acosan se fijarán en ella y lo dejarán en paz.
Pero, cuando llega Camila, todo el mundo se queda perplejo, porque no va en silla de ruedas ni lleva muletas… Solamente cuando se quita el abrigo valiéndose de los dientes y el mentón, entienden que le faltan los brazos. Antes de mudarse a ese pueblo, su discapacidad no era un problema para nadie, pues todos la conocían desde siempre. Pero, en su nueva escuela, Camille se siente perseguida por miradas incómodas y persistentes. Algunos se ríen cuando ella juega al ping-pong; otros se quedan cautivados cuando en la piscina comienza a ondular como un pez. Así es como surge su apodo: “Camila la anguila”.