La biografía no dice ni explica nada sobre la obra de un autor. Esta teoría –que Marcel Proust defendió con vehemencia en un ensayo con el crítico Sainte-Beuve, entre otros textos– bien podría ser válida, si no pensásemos que la biografía de un escritor es también todos los temas, motivos e intereses por los que se preocupó. Y en el caso del autor de A la busca del tiempo perdido esto es más que evidente.
Pintura, música y literatura, temas mundanos como «la moda», exposiciones y catedrales, escritores y salones parisinos... Todo forma parte de su gran ciclo novelesco, pero también –como esta rotunda compilación de escritos viene a demostrar– del resto de su obra y de su pensamiento.