Poeta, ensayista y dramaturgo, el nombre de Oscar Wilde (1854-1900) ha quedado unido al siglo XX por sus obras de teatro y por el ejercicio del esteticismo en su vida personal, que iba a convertirle en mártir de la puritana y cerrada sociedad inglesa de la época.
Críticas e irónicas, sus cuatro comedias principales: El abanico de Lady Windermere, Una mujer sin importancia, Un marido ideal y La importancia de llamarse Ernesto, siguen representándose como obras vivas que aún tienen mucho que decir al espectador de hoy. En las tres primeras, a través de un lenguaje brillante aparecen el cinismo y las paradojas; la última constituye la primera piedra de un teatro nonsense, casi absurdo, donde el diálogo, y no la trama, es el elemento esencial. Aunque los papeles femeninos están concebidos con sutileza y simpatía, son las mujeres las que se rebelan contra el dinero y sus secuelas, el poder, el matrimonio, y su estatuto legal y financiero.
A su lado, Salomé es la obra prohibida y maldita, porque su protagonista encarna una lujuria violenta y salvaje a pesar de su inocencia de virgen. Símbolo del Mal, Salomé es una de las interpretaciones femeninas más fuertes de la historia de la literatura.
Esta edición, traducida y anotada por Mauro Armiño, del Teatro completo de Oscar Wilde recoge por primera vez en castellano, sin cortes ni censuras, todas sus obras: además de los grandes títulos citados, las dos tragedias iniciales teñidas de romanticismo: Vera, o los nihilistas y La duquesa de Padua, y las dos obras esbozadas o inconclusas (La sainte courtisane, o la mujer cubierta de joyas y Una tragedia florentina) que dejó al morir.